Blog de Literatura - Fomentando la Lectura

martes, 29 de mayo de 2012

Aladino y la lámpara maravillosa - Nota I - Las mil y una noches

"Aladino y la lámpara maravillosa", al igual que "Los viajes de Simbad" y "Alí Babá y los cuarenta ladrones", es uno de los tantos relatos presentes en "Las mil y una noches" que al ir pasando el tiempo, fueron adaptados para niños. Aladino, del árabe Alá-eddin, significa altura o gloria de la fe, curioso, no?
El relato que traigo hoy, es el original, el que figura en la traducción de  Las mil y una noches que tengo (Traducción directa del árabe por Dr. J. C. Mardrus). Lo iré subiendo por partes ya que a Scheherazada le llevó varias noches llegar al final...y a mí me llevará unas cuantas noches también editar cada nota...

Nota importante: Algunos fragmentos no son adecuados para niños pequeños por lo que no deben hacerles una lectura directa sino adaptarlo a su edad o bien recurrir a alguna de las tantas versiones infantiles que existen. 


El relato comienza, entonces, en la 731a noche...

He llegado a saber ¡Oh rey afortunado!, ¡oh dotado de buenos modales!, que en la antigüedad del tiempo y el pasado de las edades y de los momentos, en una ciudad entre las ciudades de China, y de cuyo nombre no me acuerdo en este instante, había - pero Alá es más sabio - un hombre que era sastre de oficio y pobre de condición. Y aquel hombre tenía un hijo llamado Aladino, que era un niño mal educado y que desde su infancia resultó un galopín muy enfadoso. Y he aquí que, cuando el niño llegó a la edad de diez años, su padre quiso hacerle aprender, por lo pronto, algún oficio honrado; pero, como era muy pobre, no pudo atender a los gastos de la instrucción, y tuvo que limitarse a tener con él en la tienda al hijo, para enseñarle el trabajo de aguja en que consistía el propio oficio. Pero Aladino, que era un niño indómito, acostumbrado a jugar con los muchachos del barrio, no pudo amoldarse a permanecer un sólo día en la tienda. Por lo contrario, en lugar de estar atento al trabajo, acechaba el instante en que su padre se veía obligado a ausentarse, por cualquier motivo o a volver la espalda para atender a un cliente, y al punto el niño recogía la labor a toda prisa y corría a reunirse por calles y jardines con los bribones de su calaña. Y tal era la conducta de aquel rebelde, que no quería obedecer a sus padres ni aprender el trabajo de la tienda. Así que su padre, my apenado y desesperado por tener un hijo tan dado a todos los vicios, acabó por abandonarle a su libertinaje; y su dolor le hizo contaer una enfermedad, de la que hubo de morir. ¡Pero no por eso se corrigió Aladino de su mala conducta!.

Entonces la madre de Aladino, al ver que su esposo había muerto y que su hijo no era más que un bribón con el que no se podía contar para nada, se decidió a vender a la tienda y todos los utensilios de la tienda, a fin de poder vivir algún tiempo con el producto de la venta. Pero como todo se agotó enseguida, tuvo necesidad de acostumbrarse a pasar sus días y sus noches hilando lana y algodón, para ganar algo y alimentarse y alimentar al ingrato de su hijo.

En cuanto a Aladino, cuando se vio libre del temor a su padre, no le retuvo ya nada y se entregó a la pillería y la perversidad. Y se pasaba todo el día fuera de casa para no entrar más que a las horas de comer. Y la pobre y la desgraciado madre, a pesar de las incorrecciones de su hijo para con ella, y del abandono en que la tenia, siguió manteniéndole con el trabajo de sus manos y el producto de sus desvelos, llorando sola lágrimas muy amargas. Y así fue cómo Aladino llegó a la edad de quince años. Y era verdaderamente hermoso y bien formado, con dos magníficos ojos negros, y una tez de jazmín, y un aspecto de lo más seductor.

Un día entre los días, estando él en medio de la plaza que había a la entrada de loz zocos del barrio, sin ocuparse más que de jugar con los pillastres y vagabundos de su especie, acertó a pasar por allí un derviche magrebín, que se detuvo mirando a los muchachos obstinadamente. Y acabó por posar en Aladino sus miradas, y por observarle de una manera bastante singular y con una atención particular, sin ocuparse ya de los otros niños, camaradas suyos. Y aquel derviche, que venía del último confín de Magreb, de las comarcas del interior lejano, era un insigne mago muy versado en la astrología y en la ciencia de las fisonomías; y en virtud de su hechicería podía conmover y hacer chocar unas con otras las montañas más altas. Y continuó observando a Aladino con mucha insistencia y pensando: "¡He aquí por fin el niño que necesito, el que busco desde largo tiempo y en pos del cual partí de Magreb, mi país!"

En este momento de su narración Scheherazada vio aparecer la mañana y se calló discretamente.

En la 732a noche

Ella dijo:
"¡...He aquí por fin el niño que necesito, el que busco desde largo tiempo y en pos del cual partí de Magreb, mi país!"  Y aproximóse sigilosamente a uno de los muchachos, aunque sin perder de vista a Aladino, le llamó aparte sin hacerse notar, y por él se informó minuciosamente del padre y de la madre de Aladino, así como de su nombre y de su condición. Y con aquellas señas, se acercó a Aladino sonriendo, consiguió atraerle a una esquina, y le dijo: "¡Oh, hijo mío!¿No eres Aladino, el hijo del honrado sastre?" Y Aladino contestó: "Sí, soy Aladino. En cuanto a mi padre, hace mucho que ha muerto". Al oír estas palabras, el derviche magrebín se colgó al cuello de Aladino, y le cogió en brazos, y estuvo mucho tiempo besándole las mejillas, llorando ante él en el límite de la emoción. Y Aladino, extremadamente sorprendido, le preguntó: " ¿A qué obedecen tus lágrimas, señor?¿Y de qué conocías a mi difunto padre?" Y contestó el magrebín, con una voz muy triste y entrecortada: "Ah, hijo mío, ¿Cómo no voy a verter lágrimas de duelo y dolor, si soy tu tío, y acabas de revelarme de manera tan inesperada la muerte de tu difunto padre, mi pobre hermano?¡Oh hijo mío!, has de saber, en efecto, que llego a este país, después de abandonar mi patria y afrontar los peligros de un largo viaje, únicamente con la halagüeña esperanza de volver a ver a tu padre, y disfrutar con él la alegría del regreso y de la reunión. ¡Ay! ¡y he aquí que me cuentas su muerte!" Y se detuvo un instante, como sofocado de emoción; luego añadió "Por cierto, oh hijo de mi hermano, que en cuanto te divisé, mi sangre se sintió atraía por tu sangre y me hizo reconocerte en seguida, sin vacilación, entre todos tus camaradas. ¡Y aunque cuando yo me separé de tu padre no habías nacido tú, pues aún no se había casado, no tardé en reconocer en ti sus facciones y su semejanza! Y eso es precisamente lo que me consuela un poco de su pérdida. ¡Ah! ¡Qué calamidad cayó sobre mi cabeza! ¿Dónde estás ahora, hermano mío, a quién creí abrazar al menos una vez, después de tan larga ausencia y antes de que la muerte viniera a separarnos para siempre? ¡Ay! ¿Quién puede envanecerse de impedir que ocurra lo que tiene que ocurrir? En adelante, tú serás mi consuelo y reemplazarás a tu padre en mi afección, puesto que tienes sangre suya y eres su descendiente; porque dice el proverbio: ¡Quien deja posteridad no muere!"

Luego el magrebín sacó de su cinturón diez dinares de oro y se los puso en la mano a Aladino, preguntándole: "¡Oh, hijo mío! ¿Dónde habita tu madre, la mujer de mi hermano?" Y Aladino, completamente conquistado por la generosidad y la cara sonriente del magrebín, le cogió de la mano, le condujo al extremo de la plaza y le mostró con el dedo el camino de su casa, diciendo: "Allí vive". Y el magrebín le dijo: "Estos diez dinares que te doy, ¡Oh hijo mío! se los entregarás a la esposa de mi difunto hermano transmitiéndole mis zalemas. ¡Y le anunciarás que tu tío acaba de llegar de viaje, tras larga ausencia en el extranjero, y que espera, si Alá quiere, poder presentarse en la casa mañana, para formular por sí mismo los deseos a la esposa de su hermano y ver los lugares donde pasó su vida el difunto y visitar su tumba!".

Cuando Aladino oyó estas palabras del magrebín, quiso inmediatamente complacerle, y después de besarle la mano, se apresuró a correr con alegría a su casa, a la cual llegó al contrario que de costumbre, a una hora que no era la de comer, y exclamó al entrar: "¡Oh madre mía! ¡Vengo a anunciarte que tras larga ausencia en el extranjero, acaba de llegar de viaje mi tío, y te trasnmite sus zalemas!" Y contestó la madre de Aladino, muy asombrada de aquel lenguaje insólito y de aquella entrada inesperada: "¡Cualquiera diría, hijo mío, que quieres burlarte de tu madre! Porque ¿Quién es ese tío de que me hablas? ¿Y de dónde y desde cuando tienes un tío que esté vivo todavía?" Y dijo Aladino: ¡Oh madre mía! ¿Cómo puedes decir, que no tengo tío pariente que esté vivo aún, si el hombre en cuestión es hermano de mi difunto padre? ¡Y la prueba está en que me estrechó contra su pecho y me besó llorando, y me encargó que viniera a darte la noticia y a ponerte al corriente ". Y dijo la madre de Aladno: "Si, hijo mío, ya sé que tenías un tío; pero hace largos años que murió. ¡Y no supe que desde entonces tuvieras nunca otro tío!" Y miró con ojos muy asombrados a su hijo Aladino que ya se ocupaba de otra cosa. Y no le dijo nada más acerca del particular de aquel día. Y Aladino, por su parte, no le habló de la dádiva del magrebín.

Añ día siguiente, Aladino salió de casa a primera hora de la mañana; el magrebín, que ya andaba buscándole, le encontró en el mismo sitio que la víspera, dedicado a divertirse, como de costumbre, con los vagabundos de su edad. Y se acercó inmediatamente a él, le cogió de la mano, le estrechó contra su corazón, y le besó con ternura. Luego sacó de su cinturón dos dinares y se los entregó diciendo: "Ve a buscar a tu madre y dile, dándole, estos dos dinares: mi tío tiene intención de venir esta noche a cenar con nosotros, y por eso te envía este dinero para que prepares manjares excelentes" Luego añadió, inclinándose hacia él "¡Y ahora, ya Aladino, enseñame por segunda vez el camino de tu casa!" Y contestó Aladino: "Por encima de mi cabeza y de mis ojos ¡oh tío mío!" y echó a andar delante y le enseñó el camino de su casa. Y el magrebín le dejó y se fue por su camino...

En este momento de su narración, Scheherazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.

En la 733a noche

Ella dijo:
"...Y el magrebín le dejó y se fue por su camino. Y Aladino entró en la casa, contó a su madre lo ocurrido y le entregó los dos dinares diciéndole: "Mi tío va a venir esta noche a cenar con nosotros".
Entonces, al ver los dos dinares, se dijo la madre de Aladino: "Quizá no conociera yo a todos los hermanos del difunto" Y se levantó y a toda prisa fue al zoco, en donde compró provisiones necesarias para una buena comida, y volvió para ponerse enseguida a preparar los manjares. Pero como la pobre no tenía utensilios de cocina, fue a pedir prestados a las vecinas las cacerolas, los platos, y vajilla que necesitaba. Y estuvo cocinando todo el día; y al hacerse de noche, dijo a Aladino: "La comida está dispuesta, hijo mío, y como tu tío no sabe bien el camino de nuestra casa, deber salirle al encuentro o esperarle en la calle" Y Aladino contestó "Escucho y obedezco". Y cuando se disponía a salir, llamaron a la puerta. Y corrió a abrir él. Era el magrebín. E iba acompañado de un mandadero que llevaba en la cabeza una carga de frutas, de pasteles y bebidas. Y Aladino les introdujo a ambos. Y el mandadero se marchó cuando dejó su carga y le pagaron. Y Aladino condujo al magrebín a la habitaicón en que estaba su madre. Y el magrebín se inclinó y dijo con voz conmovida: "La paz sea contigo ¡Oh esposa de mi hermano!". Y la madre de Aladino le devolvió la zalema. Entonces el magrebín se echó a llorar en silencio. Luego preguntó: "¿Cual es el sitio en que tenía costumbre de sentarse el difunto?" Y la madre de Aladino le mostró el sitio en cuestión; y al punto se arrojó al suelo el magrebín y se puso a besar aquel lugar y a suspirar con lágrimas en los ojos y a decir: "¡Ah qué suerte la mía! ¡Ah que miserable suerte fue haberte perdido! ¡Oh hermano mío! ¡Oh estría en mis ojos!" Y continuó llorando y lamentándose de aquella manera, y con una cara tan transformada y tanta alteración de entrañas que estuvo a punto de desmayarse, y la madre de Aladino no dudó ni por un instante que fuese el propio hermano de su difunto marido. Y se acercó a él, le levantó del suelo, y le dijo: "Oh hermano de mi esposo, vas a matrte en balde a la fuerza de tanto llorar. ¡Ay lo que está escrito debe ocurrir!" Y siguió consolándole con buenas palabras hasta que se decidió a beber un poco de agua, para calmarse, y sentarse a comer.

Cuando estuvo puesto el mantel, el magrebín comenzó a hablar con la madre de Aladino. Y le contó lo que tenía que contarle diciéndole:
"Oh mujer de mi hermano. No te parezca extraordinario el no haber tenido ocasión de verme y el no haberme conocido en vida de mi difunto hermano. Porque hace treinta años que abandoné el país y partí para el extranjero, renunciando a mi patria. Y desde entonces no he cesado de viajar por las comarcas de la India y del Sindh, y de recorrer el país de los árabes y las tierras de otras naciones. ¡Y también estuve en Egipto y habité la magnífica ciudad de Masr, que es el milagro del mundo! Y tras de residir allá mucho tiempo, partí para el paíes del Magreb central, donde acabé por fiar mi residencia durante veinte años. Por ese entonces ¡Oh esposa de mi hermano" un día entre los días, estando en mi casa, me puse a pensar en mi tierra natal y en mi hermano. Y se me exacerbó el deseo de volver a ver mi sangre;y eché a llorar y empecé a lamentarme de mi estancia en país extranjero. Y al fin se hicieron tan intensas las nostalgias de mi separación y de mi alejamiento del ser que me era caro, que me decidí a emprender el viaje a la comarca que vio surgir mi cabeza de recién nacido. Y pensé para mi ánima: ¡Oh hombre! Cuántos años van transcurridos desde el día en que abandonaste tu ciudad y mundo. ¡Levántate, pues, y parte a verle de nuevo antes de la muerte! Porque ¿Quién sabe las calamidades del Destino, los accidentes de los días y las revoluciones del tiempo? 'Y no sería una suprema desdicha que murieras antes de regocijarte los ojos con la contemplación de tu hermano, sobre todo ahora que Alá - glorificado sea - te ha dado la riqueza, y tu hermano acaso siga en una condición de estrecha pobreza? ¡No olvides, por tanto, que con partir verificarás dos acciones excelentes: volver a ver a tu hermano y socorrerle!.

Y he aquí, que dominado por estos pensamientos ¡Oh mujer de mi hermano! me levanté al punto y me preparé para la marcha. Y tras de recitar la preglaria del viernes, y la Fatiha del Corán, monté al caballo y me encaminé a mi patria. Y después de muchos peligros y de las prolongadas fatigas del camino, con ayuda de Alá - glorificado sea - acabé por llegar con bien a mi ciudad, que es ésta. Y me puse inmediatamente a recorrer calles y barrios en busca de la casa de mi hermano. Y Alá permitió entonces que encontrase a este niño jugando con sus camaradas. ¡Oh mujer de mi hermano! ?Y por Alá el Todopoderoso, que apenas le vi sentí que mi corazón se derretía de emoción por él; y como la sangre reconocía a la sangre, no vacilé en suponer en él al hijo de mi hermano. Y en aquel mismo momento olvidé mis fatigas y mis preocupaciones, y creí enloquecer de alegría...

En este momento de su narración, Scheherazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente...

Continúa leyendo esta historia en "Aladino y la lámpara maravillosa - Nota II"

2 comentarios:

  1. ¡Hola! Tengo la edición íntegra de "Las mil y una noches", pero en el índice no aparece la historia de aladino; y yo recuerdo que está. ¿Me podrías decir cómo se llama originalmente la historia? ¡Gracias!

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    1. Hola, yo también tengo la edición completa y traducida directo del árabe. En mi libro se llama Aladino y la lámpara maravillosa y se encuentra en el 3er tomo

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